“Sostengo que los libreros suelen despreciar al libro mexicano y que tienden a darle un lugar de privilegio al libro español”, afirma el escritor, periodista y editor Rafael Pérez Gay, a propósito del 25 aniversario de la editorial Cal y Arena.
“La pelea cuerpo a cuerpo en las librerías para que los libros se exhiban, un pleito a muerte”, escribe en su columna “Prácticas indecibles” que se publica en Milenio en esta ocasión bajo el título “Editar”.
Pérez Gay hace un repaso de los antecedentes de Cal y Arena, cuando “los jóvenes interesados en hacer una vida periodística o literaria no tenían que ostentar un título de abogado o dedicarse a dar clases, esos jóvenes podían dedicarse a corregir, editar, producir revistas o libros y ganar algún dinero para realizar una parte de sus ilusiones”.
Escribe el autor de la novela El cerebro de mi hermano (Seix Barral, 2103) y quien ha ocupado la dirección de Nexos y la editorial Cal y Arena:
Después de la aventura del suplemento Cultura en México, que dirigía Monsiváis, algo me fue implantado para siempre y ya nunca pude quitarme de la edición. Un poco antes, un grupo de jóvenes demasiado jóvenes, hicimos nuestras primeras armas en una editorial: Premià, editora de libros. Acabamos a mordidas con el dueño y editor Fernando Tola de Habich. No tiene caso escribir ahora por qué se desbarató aquel pequeño y notable proyecto editorial. Quizá yo mismo no lo sepa.
En los años ochenta, un grupo de escritores decidimos crear una editorial con el único fin de publicarnos a nosotros mismos. Escribo con gusto y nostalgia los nombres de esos amigos: Luis Miguel Aguilar, Roberto Diego Ortega, Alberto Román, Antonio Saborit, Sergio González Rodríguez, José Joaquín Blanco y Rafael Pérez Gay. Que me fulmine un rayo si me olvido de alguien.
En ese tiempo, Héctor Aguilar y Andrés León planeaban hacer una editorial. Unos y otros nos reunimos, hablamos, discutimos, nos enojamos y luego nos contentamos. Ayúdenme a recordar: León se había empeñado en que la editorial se llamara Aguilar, León y cal editores; nosotros queríamos que se llamara simplemente Cal y Arena, en recuerdo de una sección del suplemento de Monsiváis donde publicábamos los jóvenes.
Quisimos crear un nuevo espacio editorial que ofreciera crónica, memoria, ensayo político, ensayo cultural, novela y cuento.
(…)
Lo mejor que nos dijeron nuestros críticos es que seríamos la editorial de un sexenio. Se equivocaron. Cumplimos 25 años de editar libros.
Fuente: Milenio
(Foto de Juan Boites publicada por El Universal)