En 2003, el escritor Mauricio Carrera llegó para ser testigo, en un viaje vertiginoso, de la multitud de factores que explican la condición violenta de esta frontera. Nutrió su breve estancia de todo lo que estuvo a su alcance: libros, prostitutas, historiadores, novelistas, travestis, periodistas, trabajadoras de maquila, estudiantes, homosexuales. Escuchó discursos huecos de autoridades, leyó, fue un observador permanente …
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