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Uno de los principales vicios de los medios y de los actores del debate político es que «la propensión a ejercer la crítica del sistema político desde mentalidades de hace tres o cuatro décadas los lleva a confundir el poder estatal de hoy con el de los años terminales del presidencialismo mexicano», señala el periodista y académico José Carreño Carlón.
En su artículo semanal publicado en El Universal, el también director general del Fondo de Cultura Económica identifica los siguientes «siete pecados capitales» de los medios de comunicación mexicanos en la actualidad.
1. A una comedia de equivocaciones parecerían estar jugando algunos actores del debate público mexicano, entre otras cosas, por su propensión a ejercer la crítica del sistema político desde mentalidades de los años setentas y ochentas del siglo pasado: primer pecado capital. Pero si una comedia de equivocaciones no concluye con el esclarecimiento de los equívocos desarrollados en la trama, puede terminar en tragedia.
2. Su clientelismo con poderes políticos, un atavismo de la era del partido dominante, con la diferencia de que hoy se han diversificado las contrapartes: antes la connivencia se concentraba en el gobierno federal. Hoy se extiende a todo poder con capacidad de colusión.
3. Su relación clientelar con poderes empresariales, que se reedita en estos días en los espacios dedicados a defender a empresas sancionadas o investigadas por sus prácticas monopólicas o por sus ligas con el narco.
4. La colusión, forzada o financiada, de espacios mediáticos con poderes criminales.
5. Su adicción a las teorías conspirativas, como las que han querido involucrar al Ejército en el caso de los normalistas, con el efecto de haber generado ya peligrosas provocaciones a las Fuerzas Armadas.
6. Su inclinación a erigirse en tribunales paralelos a los tribunales y las instituciones de derecho.
7. Sacrificio del rigor profesional a favor de la estridencia.
«Pero dar por hecho hoy aquella concentración de poder en el Ejecutivo federal es un anacronismo, ya sea políticamente calculado, simplemente fantasioso o francamente mitómano. Y es desde ese anacronismo que se le pide al Presidente de hoy que haga el milagro de hacer aparecer a víctimas de una banda criminal con relaciones de complicidad con exponentes de un partido de izquierda. O, de plano, se le culpa de la desaparición de esas víctimas, bajo el supuesto fatal de aquella época de que nada se movía en México —ni la hoja de un árbol— al margen de la voluntad presidencial», reflexiona Carreño Carlón.
El analista advierte que aparte de la pérdida del control del poder electoral, de los poderes Legislativo y Judicial y de los gobiernos estatales y municipales, en un artículo publicado en Nexos hace un año, “Las demasiadas autonomías”, Pedro Salazar, el actual director de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, listó decenas de poderes desprendidos del poder presidencial en poco más de dos décadas, por la creación de una batería de órganos autónomos en los que se depositaron cruciales atribuciones que antes ostentaba el Poder Ejecutivo.
«Éstas pueden ser sólo algunas pistas para oponer, a los siete pecados, las correspondientes virtudes, empezando por el imperativo de actualizar las concepciones sobre el poder en México y culminando con un mayor rigor sobre la estridencia», escribe en El Universal.
