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El pueblo que eligió correr

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Por Javier Arroyo

Bajar a la profundidad de la barranca para participar en la celebración multicultural del Ultramaratón Caballo Blanco, no solo lleva al visitante o al corredor a conectarse con la armonía de este peculiar ecosistema, sino que lo aproxima, ante todo, al redescubrimiento de la propia naturaleza humana.

A esta parte de la Sierra Tarahumara se viene a correr y a compartir para que el corazón de todos palpite, puedan comer los que menos tienen y nutran el espíritu aquellos que anhelan paz o quienes demandan nuevos desafíos y aventuras.

Así ha sido cada primer domingo de marzo durante más de una década, desde que Micah True, un maratonista nacido en California a quien se le conocía como Caballo Blanco, empezó a correr al lado de los rarámuris, a la vera del río Urique.

El 27 de marzo de 2012, Caballo Blanco murió en una zona desértica de Nuevo México, como siempre vivió: corriendo. Su legado perdura y se abrevió en el mensaje enmarcado para la edición 2017 del Ultramaratón que se cubrió el domingo 5 de marzo: “Mientras algunos están en conflicto, nosotros nos reunimos en lo más profundo del cañón para compartir con los nativos, comer, reír, bailar, correr y traer paz”.

La primera carrera improvisada de True al lado de los hombres que corren grandes distancias, calzando huaraches con suela de llanta, se remonta a 2002, por eso este año el evento se consideró la edición 15 del Ultramaratón. Sin embargo, su carácter internacional se consolidó a partir de la publicación del libro de Christopher McDougall, “Nacidos para correr” (Born to run), en 2009, en el cual se narra la épica carrera de 74 kilómetros del año anterior.

Aquel 2008, otra leyenda entre los ultramaratonistas tarahumaras, Arnulfo Químare, derrotó en la competencia al mejor de los estadounidenses, Scott Jurek, quien donó su premio como segundo lugar y desde entonces los extranjeros empezaron a participar para compartir, más que para competir o medirse con los rarámuris.

Cada corredor internacional paga 150 dólares de inscripción para hacer la bolsa que se reparte entre los ganadores. Otro financiamiento importante baja por clubes y organizaciones como Más Kórima de Arizona y 100 Mile Club, de California, en Estados Unidos, cuyos integrantes tuvieron vínculos con Micah True.

Este año, además de corredores estadounidenses, hubo registros de Bélgica, Alemania, Japón, Costa Rica, Inglaterra, Canadá, Francia, Australia, y Suiza.
Sus banderas ondearon en la plaza principal de Urique durante los días de convivencia. También llegaron ultramaratonistas de ocho estados del país y de la Ciudad de México.

Todos fueron savia humana que fluyó entre la barranca y recorrió varias veces la calle principal del pueblo, donde sus residentes mantienen siempre las puertas de sus casas abiertas y los aromas de la flor de azahar y los limoneros impregnan las paredes de adobe.

Y todos vinieron a seguir los pasos que en lo más alto y lo más profundo del cañón marcaron hombres de Batopilas como el propio Químare, quien llevó su popularidad a varios ultramaratones y ha volado a Europa y Estados Unidos. Pero el viernes 3 de marzo, el indígena de 37 años llegó al pueblo de Urique, cabecera municipal, como lo hizo la gran mayoría de los competidores: caminando. Junto a su familia recorrió los senderos durante cinco horas, desde la comunidad de Sorichique, donde vive.

Igual que los residentes de los pueblos originarios de la Baja Tarahumara, viste aún el tagora de manta que deja al descubierto sus piernas. No lo usó para recorrer los 80 kilómetros. Tampoco ganó la carrera. Ya hay otra generación que compite por los primeros lugares con los corredores nacionales y extranjeros.

Los Caballitos también trotaron

Pero aquí todos aportan y todos ganan. Como los entusiastas clubes de corredores internacionales que este año financiaron también la carrera “Los Caballitos” con participación récord de mil 009 competidores en las distintas categorías, desde preescolar hasta preparatoria, con edades que van de los 3 hasta los 16 años.

La fiesta de 16 carreras en distintas categorías duró toda la mañana del sábado 4 de marzo. Ahí corrieron los futuros campeones y campeonas ultramaratonistas.

Además, los clubes donaron 300 mil pesos y la Secretaría de Desarrollo Rural de Gobierno del Estado aportó otros 400 mil para repartir en vales de despensa para los corredores rarámuris.

Cada corredor tuvo oportunidad de recibir un vale de 250 pesos por cada una de las cinco etapas de la carrera. Y como se trata de compartir, la mayoría de los competidores nacionales e internacionales terminó cediendo su derecho a sus compañeros indígenas.

El ultramaratón fue organizado por el municipio de Urique, bajo la presidencia de Martina Domínguez y recibió el apoyo de la Dirección de Turismo de Gobierno del Estado que encabeza Ivonne Barriga.

Tras las glorias de Arnulfo Químare

Este año el poblano Ranulfo Sánchez, de 43 años, se colgó la medalla de campeón con un tiempo de 6 horas, 38 minutos y 06 segundos. Ya lleva tres, las mismas glorias que consiguió Arnulfo Químare en su mejor momento.

No obtuvieron el primer lugar pero los indígenas de grandes corazones, cuerpos esbeltos y pies ligeros, se llevaron el segundo, el tercero y el cuarto. Los tres llegaron a los campamentos habilitados junto al río Urique, desde las comunidades de Guachochi.

El mejor fue Onorio Tomás Juárez, de 25 años, agricultor que ya ganó en otra ocasión el ultramaratón y que entrena inmerso en su cotidianidad: ante la falta de medios de transporte en la Sierra, no le queda otra opción que correr.

Los 961 corredores, mujeres y hombres, iniciaron la prueba de resistencia a las 6 de la mañana. Todos le ganaron a sol en su salida: 592 tarahuramaras, 47 locales, 71 nacionales y 51 extranjeros.

Por las mujeres el primer lugar fue para la veracruzana Anahí Rivera Olmedo, con un tiempo de 8 horas, 17 minutos y 18 segundos.

Aunque el campeón cruzó la meta poco antes de la una de la tarde, los últimos regresaron un par de horas después de la caída del sol. Corrieron todo el día sobre la montaña o a la orilla del río. Cruzaron puentes colgantes. Saludaron a los sahuaros que son más típicos del desierto y pasaron bajo las imponentes ceibas que en otros tiempos y en otras latitudes, veneraron los mayas.

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– Fotografías: Javier Arroyo

* Texto publicado en el número 15 de Cambio 16 Chihuahua el 13 de marzo de 2016.
Lo reproducimos con autorización del autor.

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